Si a pesar de sentir el miedo a que algo salga mal, lo que crees que te espera al final es lo suficientemente motivador, avanzas cual Indiana Jones con el machete en la mano venciendo todos los obstáculos que encuentras a tu paso. Pero ¿y estas personas que abren caminos para los demás?
Estos que empiezan a caminar sin ver el suelo, donde la
maleza es tan alta y espesa que sus ojos no alcanzan a ver qué hay más allá.
Tienen que elevar la mirada al cielo y hacer un ejercicio para fijar su gran objetivo al final de todo eso, sin saber si estará ahí o solo habrá vacío, sin importar si hay pozos oscuros en el camino o corrientes de barro que les lleven en otra dirección.
Nada importa si mantienen la mirada fija en lo
alto, ya encontraran la manera de salir del pozo o de hacer que la corriente
sea favorable.
Y después, cuando la ruta está
más o menos explorada no se conforman con eso, luchan por trazar en ella un
camino para que los que vienen detrás sepan por donde caminar sin perderse, y así,
hasta que esa ruta se convierte en un agradable paseo para la mayoría.
Este trabajo implica dosis
enormes de valentía, pero no una valentía inconsciente que haga cometer
locuras, sino esa en la que el miedo acompaña todo el camino, de la mano,
sintiéndolo dentro y convirtiéndose en compinche del viaje. Y así, juntos, avanzan hasta casi el final,
cuando al vislumbrar la luz el miedo empieza a desaparecer sin más, sin
despedirse, convirtiéndose en algo pequeño que simplemente estuvo ahí. Lo bueno, no, no lo bueno, lo mejor es que
has descubierto que se puede caminar a pesar del miedo, que no es barrera sino
compañía.
Me gustan las personas que abren
caminos. Me gusta que hoy mi hija pueda pasear con tranquilidad por uno que abrieron
otras.
Sin tener que llevar un machete
ni saltar pozos.
Me gusta que su mayor
preocupación sea si estudiar ingeniería o arquitectura, si le dará la nota o si
le quedará lejos la facultad.
¿Cómo podría imaginar ella que no
le dejen ir a la universidad simplemente por ser mujer? Puedo ver su cara de póker
si le digo que lo que tiene que hacer es aprender a coser y cocinar y dejarse de tanta leche de
universidad.
Pero no hace tanto de eso. Solo
hace unos años a Concepción Arenal le decían eso mismo, que tenía que centrarse en ser una señorita de
bien. Y ser eso era aprender a ser una buena esposa, madre y ama de casa.
Aprender lo necesario para cuidar y servir. Y si tenías inquietudes las
arrinconabas. Y si tenías sed de conocimiento lo matabas a base de puntadas y
encaje de bolillos.
Pero a veces entre tanta gente
aparece alguien que no es capaz de resignarse, que dentro lleva lo que tal vez
llevamos todos sin despertar, pero que en esas personas elegidas sale del letargo.
Y en la Coruña en 1820 nace
Concepción, con ese algo que haría posible que mi hija hoy tuviera todo más
fácil, que pudiera elegir.
Y a pesar de ser educada para ser una señorita de bien, y a pesar de
tener a su familia y a la sociedad en contra, Concepción se vistió de hombre y
se asomó a las aulas de la facultad de derecho.
Me pregunto qué le habría dicho
yo si hubiéramos sido amigas. ¿Me habría
contagiado su entusiasmo o habría intentado disuadirla de su aventura pensando
que estaba loca y que era una insensata?
Tal vez no se lo contó a nadie.
Dicen que cuando quieres algo con ganas y verdadera fe, salvo que tu entorno sea un
auténtico trampolín, es mejor actuar sin dar pistas, que no te desanimen ni
apaguen la ilusión, que no te digan que no lo lograrás, que es imposible. Tú y
tu idea descabellada, que si no sale, al menos lo intentaste, y si sale, lo
mismo van detrás de ti generaciones enteras.
Concepción solo asistía de
oyente. Y dados los tiempos y aunque fue descubierta no pudo licenciarse, pero
mira, los conocimientos que adquirió le
sirvieron para escribir muchos libros, algunos bajo el nombre de su hijo, ya
sabes, para que no se dieran cuenta de que no estaba cosiendo.
Muchos de esos libros son reivindicativos, apologías feministas donde reclamaba el derecho de la mujer a estudiar, donde hacía eco de que la mujer valía para mucho más que para estar en casa.
Es tan prolífica su obra y sus temas tan diversos que no voy a entretenerme ahora en ello porque hay mucha información en internet, pero me quedo con un párrafo de su libro La educación de la mujer, un párrafo que a día de hoy es aconsejable que las mujeres se graben a fuego:
"Es un error grave y de los más
perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre
[...]. Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad,
independientemente de su estado, y persuadirse de que, soltera, casada o viuda,
tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de
nadie, un trabajo que realizar e idea de que es cosa seria, grave, la vida y
que si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente un juguete"
Si quieres ser solo tú es genial,
si quieres ser solo madre también, si
quieres ser un tres en uno, estupendo, pero que nadie te quite la posibilidad
de elegir, y sobre todo, como decía Concepción, afirma tu personalidad y que
nadie atente contra tu dignidad, es algo consustancial al ser humano.