lunes, 16 de enero de 2012

Empieza el día con energía.

Uno de los grandes a los que yo sigo en Twitter, retwitteo un video y me dijo que me iba a gustar tanto que tendría que compartirlo. Razón tenía.
Si cada uno de nosotros hiciéramos cada mañana este ejercicio, igual que lo hace esta niña, con las mismas ganas, el ímpetu, el baile, la chispa, la alegría, la motivación...creo que el transporte público y los atascos estarían llenos de caras sonrientes.

Me pregunto cuantos de nosotros seremos capaces de hacer una lista tan larga de todo lo que nos gusta, y decir al final , igual que ella: "puedo hacer todo bien, mejor que cualquiera".
Positivo y estimulante. Simplemente genial. No hay más que añadir.

jueves, 12 de enero de 2012

Mi lado más friki.


De vuelta a la rutina se me ocurrió escribir sobre el variopinto personal que frecuenta el gimnasio. Después me he liado y he terminado hablando de mi. Y es que no soy la más indicada para hablar porque estoy empezando a convertirme en una friki del body combat, y aunque aún no llevo una indumentaria muy de combate, prefiero no hablar por si acaso, tiempo al tiempo. Ahora mismo si tengo que elegir entre modelitos Jane Fonda o Sylvester Stallone, me quedo con Fonda, aunque si encontramos un punto medio, sería de agradecer.
El caso es que al gimnasio van mayoritariamente 4 grupos de sujetos, los que disfrutan y lo viven, los que van como si fueran al matadero pero creen que el deporte es necesario por diferentes motivos, los que van a pasear palmito y a pillar cacho, y los que no tiene otra cosa que hacer y pasan allí mañana o tarde haciendo deporte pero con bastante relax.
Yo reconozco que estoy en el primer grupo, lo vivo y disfruto hasta olvidarme que estoy en una clase, me meto de tal manera en el combate que el día menos pensado me cargo el espejo de una patada. Por eso estoy al borde del frikismo, porque yo me pego con un tío de dos metros y si tengo que dar la patada por encima de mi cabeza aunque me deje los ligamentos en la lampara del techo, pues la doy. Y si hay que sacar machete y cortar cabezas, pues se saca lo que haga falta. Los que están en el grupo dos, del yo sufro mucho pero el deporte es bueno y hay que hacerlo, esos se pegan con alguien de su tamaño, y más bien tirando a blandito, alguien que no de mucho miedo. Los del grupo tres, de ya estoy súper cachas y vengo a lucirme un poco, esos no entran a esta clase, están en niveles superiores( de no se sabe qué), y los del grupo del relax, esos pelean con David el gnomo y salen de la clase como han entrado, frescos como lechugas.
Pero todo este ímpetu que yo le pongo al tema no se me nota desde fuera, vamos, que a mi me ven y solamente se ve una chica corriente en el gimnasio, vestida normal, con unas mallas, una camiseta y las cintas o guantes que se ponen en las manos, con más o menos ganas( reconozco que más, no menos), pero no te imaginas la película que yo tengo en la cabeza, si estoy en plena selva en Vietnam dándome con 4 tíos al mismo tiempo, o en algún oscuro y peligroso barrio dando mi mejor golpe callejero, eso ni lo sospechas. Sin embargo hace poco vinieron a clase tres personas a las que no había visto nunca. Me fijé en la indumentaria nada más verlos, bombachos militares, pañuelos en la cabeza, discretitos, para no llamar la atención. Eso sí, mucha técnica y golpes perfectamente ejecutados, pensé que podrían ser profesores de algún otro gimnsasio, y lo mejor, cuando ya estábamos metidos en arena, es decir, cuando ya estaba yo en el Bronx siendo atacada por 7 consumidores habituales de crack con un mono de 6 días, resulta que estos tres frikis del combat se meten en mi película y son capaces de ver a los drogatas que nos atacan. Se ponen a dar gritos, pero gritos, ¡GRITOS! de los de asustar al mismísimo Rocky Balboa, que yo estaba acojonada, sin saber si les iba a dar un infarto o es que de verdad veían lo mismo que yo, ¡Ostras, mira que si estos tíos son capaces de meterse en mi mente!, o peor aún, imagino con tanta intensidad que soy capaz de hacer realidad lo que imagino y me he traído a la sala a los consumidores de crack. Esta opción la descarté rápidamente ya que el resto de los compañeros aunque colorados, aparentaban tranquilidad. Bueno, como siempre, y con la ayuda de mis nuevos amigos salí airosa del combate, y como nueva, porque estas clases te dejan lista para aguantar lo que sea, que a veces volver a la realidad es tan peligroso como dar un paseo por barrios conflictivos.
Cuando llegué a casa se lo conté a Mimari:
-¡Vaya tres frikis del combat que tenía hoy en clase!
- ¿Han ido dos amigos tuyos y os habéis juntado allí los tres?
-¡Oye! Que a mi me gusta, pero friki, lo que se dice friki..., no soy...¿Verdad?
Y me mira, con cara de no saber qué decir, pero diciendo con los ojos que soy una frikaza de tres pares.

Y después de pensar un rato tengo dudas. Bajarme las coreografías, la música de cada una de ellas, tener un CD explicando la técnica y estar dispuesta a recorrer media España si hay alguna concentración que merezca la pena...¿Será esto ser un poco friki?.

Y por si queda la duda os diré que nunca voy por calles peligrosas, y si me encuentro con algún sospechoso, tipo inspector Gadget mismamente ( que esos te abren la gabardina por menos de nada ), salgo por patas. Así que mucha patadita y mucho puñetazo pero luego ná de ná.

jueves, 5 de enero de 2012

Maktub.




Yo no quería ver esta película. Sabía de qué trataba y la verdad es que ir al cine a sufrir no me apetece. Ya hace tiempo que no me gusta pasarlo mal delante de una pantalla, ni miedo, ni dramas.
Al final fui. Me convencieron. Tengo que decir que la predisposición a que me gustara era nula. Para colmo elegimos la última sesión, en una ciudad donde a partir de las nueve de la noche los grados aumentan en negativo y para rematar me fui sin cenar, y ahí si que estoy cero receptiva.
Se cumplieron mis predicciones, en cuanto salió la primera imagen, una noche en la que nieva y un señor sentado en un banco con un dedo metido en la oreja, y justo en esa imagen, supe que iba a llorar a mares. Saqué el paquete de pañuelos, para no hacer mucho ruido después, miré al que me había convencido para verla, le miré con ojos de " esto pasará factura" y me agaché en el asiento para que no se me viera mucho secarme las lágrimas continuamente.
Me reí un montón, no sabría decir si me reí más de lo que lloré, bueno, que tontería, lloré mas de lo que me reí, pero te ríes mucho, mucho, y yo soy especialmente llorona así que una persona normal quizá se ría más de lo que pueda llorar. De hecho tenía un chico delante que se desternillaba de la risa, su cuerpo se doblaba y golpeaba con la mano el brazo del asiento. Me llamó la atención la verdad. Yo mientras sorbía los mocos y me secaba las lágrimas, y luego soltaba un carcajada, y vuelta a sonar mocos y así toda la película.
A Mimari le encantó. Se vio todos los títulos de crédito, y no salimos del cine hasta que apareció el de la limpieza. Yo llevaba un rato de pie, con el abrigo puesto, con ganas de salir. Nos fuimos a casa sin comentar nada de la peli. Yo no hablé en todo el camino. A veces te quedas sin palabras. LLegamos a casa, me metí en la cama y empecé a llorar, hay que ver lo mal que se llora en el cine y lo a gusto que se llora en casa. En el cine tiene que ser una cosa contenida, para no molestar, y para no pasar mucha
vergüenza, sin hacer ruido, en casa uno se explaya, y hala, como los niños.

Hay una sola razón por la que deberíamos todos ir a ver Maktub. La película podría tener un guión malísimo, tener actores desconocidos que interpretaran fatal, mala dirección, una historia incoherente y todo lo que puede tener una malísima película, y aún así, deberíamos ir a verla. Parte del dinero recaudado en la película se invertirá en un aula nueva de trasplante de médula en el Hospital Niño Jesus de Madrid, así que pagas la entrada y colaboras con algo que va a ser muy grande, pero además ves unos actores estupendos, que no sabría decir si me gustaron más los veteranos o los más jóvenes, una película con buen guión, una banda sonora sorprendente, un montón de historias humanas bien contadas, que como en la vida misma, unas tiene un final feliz y otras no, historias sobre el amor, la fe y la vida, con su cara amable y su cara oscura.
Lo mejor de la peli, me quedo con una cosa, lo importante que es el sentido del humor para vivir, sobre todo si los momentos pintan adversos.
Es una película que días después de haberla visto sigues teniendo presente, llena de sentimientos encontrados, tristes y alegres, una película que emociona.

Os dejo con un video que hay en you tube con un rap que escribió Antonio, el protagonista de la historia, el real. Merece la pena verlo, y si te animas, ya sabes, Fundación Aladina. Mira, que rima y todo.