lunes, 5 de marzo de 2012

Madrid y yo. Final, creo.

Cuando llegué a Madrid, a pesar de ser la última ciudad en la que me habría gustado vivir,
vine más feliz que una perdiz. No venía directamente de Dondesiemprevuelvo, había vivido dos años en otra ciudad que estaba demasiado lejos de la familia y venir a Madrid me daba la posibilidad de ver a los míos cuando quería y no cuando podía. A pesar de eso, la alegría de venir no me quitó el miedo, sólo lo hacía más llevadero. Madrid seguía siendo ¡LA CAPITAL! llena de calles desconocidas, muchas muchas calles, atracadores en cada esquina, personas que me mirarían por la calle al notar que era más paleta que ellos, en fin, cosas...
Los primeros diez días transcurrieron en un hotel al lado de la estación de Chamartín, y esto fue lo primero con lo que flipé, de verdad, ahora me da la risa pero cuando yo vi en esa estación veintinosecuantos andenes, una estación que parecía un centro comercial, llena de tiendas, con juguetería, farmacia, una tienda de armas...¿Que carajo hace una tienda de armas en una estación de tren?, bueno, literalmente aluciné. La estación de tren de Dondesiemprevuelvo tiene dos andenes, uno para los que viven en la acera de la derecha y otro para los de la acera de la izquierda, es broma claro, tenemos más de dos aceras, que me van a declarar persona no grata, pero lo de los andenes es verdad, es difícil coger el tren equivocado. En Chamartín ratifiqué la idea de lo listos que eran los madrileños ¿Como es posible llegar al destino?, primero sacar el billete, que yo estaba acostumbrada a dos ventanillas, y una siempre estaba desayunando, y aquí resulta que hay que sacar turno, como en las carnicerías de postín, porque hay como 10 ventanillas, que si salida inmediata, que si compra por internet, que si sales mañana pero recoges hoy, que si recoge tu tía pero lo encargaste tú, en fin, que sólo sacar el billete parece un mundo.
La primera salida a la ciudad, a la calle, el bis a bis con el asfalto, fue sólo un tanteo, por ver qué pasaba. Resulta que la gente tiene tendencia siempre a contar lo negativo de las cosas y una persona que conocía y que había vivido en Madrid, en vez de contarme sus maravillas me dijo que a ella le habían atracado tres veces, así, para animar.
Pues ahí que iba yo, asomando la cabeza antes de doblar cada esquina por lo que pudiera pasar, y ¿ Qué fue lo primero que vi a las diez de la mañana un lunes nada más salir del hotel?
Una reproducción en vivo y en directo de Diario de un Skin. ¡Y yo sólo los había visto en la TV! que aquí te das cuenta de lo útil que es la TV, que si no lo mismo me da por preguntarles por la parada de metro, pero la caja tonta enseña cosas útiles que te sirven para la vida.
Bueno, cuando ya vi que la gente de a pie era normal, no robaba, ni atracaba, ni me miraban de forma extraña, me aventuré a coger el metro. Cuidadín, ¿Yo sola iba a entrar en ese laberinto diabólico y oscuro para ir a salir en las Barranquillas? ¡Vamos, ni por asomo! así que llamé a una amiga, una que sabía que no se reiría de mi, al menos no en mi cara, una de las buenas, A., y le dije, ¡Porfi, porfi, vamos a hacer una ruta turística por el metro madrileño, anda, que tengo miedo a perderme! Y la pobrecita, que seguro que se echó unas risas luego en casa con su churri, me acompañó pacientemente y me explicó como si de un museo se tratara "aquí a nuestra derecha la linea 5, fijate en los detalles, anden uno y anden dos, busca tu destino, y elige el anden"
¡Anda! ¿pero era así de fácil? Hay que ver estos madrileños lo listos que son y lo que te simplifican la vida. Y conociendo el metro se te abre un nuevo mundo, el subterráneo, que te da un sin fin de posibilidades.
Lo siguiente en la capital es calcular un poquito el tiempo. En Dondesiemprevuelvo quedas a las 12 y si sales a menos cuarto te da tiempo a hacer marcha rápida, volver a casa, ducharte y salir de nuevo para estar a la hora. En Madrid si quedas a las 12 y sales a menos cuarto es mejor que hayas quedado en el portal de tu casa porque sino no llegas ni de coña. Cuando ya había encontrado un pisito apañado y estaba con los líos del alta de gas, luz y esas cositas, quedé con el Sr. del gas en casa. Yo había salido por la mañana a hacer gestiones varias y cuando me di cuenta faltaba media hora para que ese Sr. llegara a mi casa. Imposible llegar a tiempo si no era en taxi. Otra aventura. Lo de levantar la mano y llamar un taxi era otra cosa que sólo había visto en la TV. y además yo creía que el taxi paraba porque lo mandaba el director. Como yo no era Meg Ryan ni Sandra Bullock ni se me pasó por la cabeza levantar el brazo.
En Dondesiemprevuelvo siempre me he preguntado quien montará en taxi. En una ciudad donde la distancia máxima entre dos puntos opuestos se recorre en 20 minutos este servicio queda destinado a emergencias de la tercera edad. Incluso aunque lo uses, no creo que nadie alce la mano para coger uno. Primero lo tendrían que encontrar circulando, asunto difícil, y segundo, la distancia entre donde estés tú y la parada de taxis más cercana puede ser de cinco minutos. Merece la pena caminar. Igual hago un día la prueba pero yo creo que si allí levanto la mano para hacer parar un taxi pensarían que estoy saludando. Al grano que me disperso.
Como yo nunca había tenido la necesidad de montar en taxi y esta era la primera vez y como no me atrevía a levantar la mano cual actriz hollywoodense, me dispuse a a buscar una parada. Aquí las estrellas de la osa menor se alinearon con la luna y Jupiter y en dos minutos tenía delante una. Resultó tener como 20 taxis en fila. Jolines, que indecisión, pues mira ya que me monto, me cojo el coche más molón que haya, y ni corta ni perezosa me monté en un Mercedes que estaba como en mitad de la fila.
Los taxistas estaban fuera, haciendo corrillo para pasar el rato y riéndose de la pardilla que terminaba de montar en el vehículo.
Yo en el asiento trasero tan feliz esperando que monte el conductor cuando se acerca un taxista y me dice: " Srta. que se tiene usted que montar en el primero de la fila".
Menudo corte que pasé. Claro, si es que en Madrid todo tiene su lógica, ¿que necesidad tiene el taxista de estar haciendo maniobras para sacar el coche cuando el primero no tiene obstáculos delante? ¡Pero que listos son, lo que voy a aprender aquí!

En estas aventuras me acompañaba Mimari, que también llevaba lo suyo el pobre, y aunque más espabilado que yo también cometió alguna paletada .
Resulta que un día tenía reunión en un edificio de la plaza de Colón. Para los que no conocéis Madrid, esta plaza es el cruce del Paseo de la Castellana con Goya y Genova. La Castellana tiene tres carriles de ida y otros tres de vuelta, y luego dos vías laterales con dos carriles cada una. En total diez carriles de circulación de coches que hay que atravesar para ir de una acera a la de en frente.
Mimari llega a la plaza por la parte de Goya y tiene que cruzar la Castellana para ir a la calle de en frente, Genova. ¿Pero entonces que pasa?¿Qué se les ha olvidado a estos tan listos de la capital? Nada menos que poner semáforos para los peatones.
Y Mimari, que no es de Bilbao pero lo parece, decide echar una carrerilla y cruzarse de lado a lado una carretera como dos autovías Madrid-Coruña. Si los de Madrid lo hacen, ¿Voy a ser menos yo?
Sí. Sobrevivió y lo contó al llegar a su destino, ¡Joerrrrrrrr, que aquí no ponéis semáforos o qué, que se tiene que jugar uno la vida!
Y los demás, imagino que partiéndose la caja, le dijeron que en Madrid son muy listos, y ponen unos túneles estupendos para peatones que cruzan por debajo de la Castellana de una acera a otra.
Y bueno, seguro que tengo muchas paletadas más pero estas son las que más recuérdo. Y otra cosa que también recuerdo de mis primeros días en la capital es que la gente me pareció muy amable, siempre dispuesta a ayudarte en lo que pudiera, o es que yo daba mucha pena , que también puede ser. De cualquier manera, Madrid es una ciudad acostumbrada a recibir gente, y eso se nota, y ahora que ya llevo años viviendo aquí, ya sé que son tan listos como en todas partes, tan guapos y elegantes como en el resto de las ciudades y que Madrid al final, es un puntito más en el mapa, donde hay de todo, como en botica.

viernes, 2 de marzo de 2012

Madrid y yo. Primera Parte.

Cuando eres de una ciudad pequeña como la mía y tienes 9 años, Madrid te parece como cinco veces Nueva YorK.
Cuando yo tenía esa edad, en Dondesiemprevuelvo no había piscina climatizada, bañarse en invierno en algún lugar que no fuera la bañera era para mi ciencia ficción. No había pizzerías, conocí ese menú viendo la película de ET. Vivíamos sin centros comerciales( no sé cómo pudimos sobrevivir) y solamente conocía los supermercados de barrio de ir a comprar y no a pasar la tarde. Ahora todo ha cambiado, mi ciudad ha crecido y ya tenemos un par de centros comerciales donde pasar el rato cuando llueve y llegó telepizza y la piscina climatizada aunque seguimos teniendo sólo dos cines, dos líneas de autobús, la A y la B y el encanto de las ciudades pequeñas, que seguro que es diferente según la persona que lo viva. En mi caso son la tranquilidad, y un reloj con el doble de horas que los que uso en Madrid.
De pequeña Madrid me parecía..., no sé lo que me parecía, ¡La leche! Primero conoces Madrid a través del monopoli, resulta que esas calles tan carísimas , Serrano, Goya, Castellana... son de Madrid, y tener un hotel o una casa en una de esas calles te garantiza la partida. Después empece a venir a menudo a Madrid, de visitas medicas por mi hermano el pupas.
Yo venía y la gente me parecía guapísima, elegante, la ciudad enorme, las casas preciosas, los coches eran súper coches y creía que las personas que iban por la calle eran tan listas que podían adivinar que yo era una paletilla que venía del pueblo. Paco Martinez Soria hizo mella en mi. Me marcó. Yo no me traía las gallinas debajo del brazo pero mi cara de alucine total me delataba y creía que todos me lo notaban. A mi la gente que vivía en Madrid me parecía que iba 10 años por delante, pensaba que si nosotros teníamos TV en color, ellos ya debían tener a los presentadores en el salón.
Con los años, y viviendo en una ciudad pequeña, la percepción de Madrid va cambiando.
Empiezas a pensar que los que viven en Madrid son unos chuletas, porque claro, tan guapos, elegantes y listos sólo puede dar lugar a una cosa, los chulapos y chulapas, ¡Y encima, hasta se dedican una fiesta!
A esto sumas que Madrid y Barcelona son las únicas ciudades que salen en el telediario y que en el telediario no cuentan nada bueno, y empiezas a tener un concepto diferente de la capital. Ahora asusta un poco. Es grande, muy grande, y tienes clasificada a la gente en dos grandes grupos, los guapos, listos y elegantes que recuerdas haber visto por la calle cuando eras pequeño y los malos que roban y te atracan que ves ahora por la televisión. Conclusión: ¡Mamá, yo no me iré a vivir a Madrid en la vida, antes muerta!
Y cuando uno dice algo como eso resulta que no se muere, pero se tiene que acordar toda la vida de haber dicho semejante tontería porque en Madrid que termina, entre chulapos y atracadores, suerte que de lo segundo aún no me he encontrado nada, sigo viéndolos sólo en el telediario.
Con ese concepto y viniendo de una ciudad pequeña, llegar a Madrid es como aterrizar en la jungla. Reconozco que Paco sigue en mi retina (Martinez Soria), angustiándome con muchas de sus aventuras en Madrid, pero la de la plaza Mayor llena de gente y Paquito llamando a Chencho, esa me marcó, y por supuesto que en mis primeros día en la capital yo tenía mucho de Paco, pero tambien de Chencho, perdida todo el día.
Y como este post se me alarga mucho, continuaré con lo que iba a contar en el siguiente, porque lo que yo venía a contar, que eran mis aventuras de paleta en Madrid, al final, no lo he contado. Tenía que poneros en antecedentes.